martes, 12 de julio de 2011

Corpus Christi en San Sebastián y II

(Imágenes insólitas de la vieja España católica VII)

Con las dos fotografías que traemos aquí para deleite del amante de las imágenes del paleocatolicismo hispano del pasado siglo, cerramos este artículo gráfico en dos entregas dedicado al Corpus Christi easonense. De nuevo vuelve a sentirse el sabor de esa casi perdida dimensión social de una fe que identificaba a todo un pueblo, que era vivida de manera colectiva, sin dejar por ello de permanecer profundamente enraizada en cada singular corazón, algo que aún queda en el recuerdo de los más mayores y que les alimenta la nostalgia, ahora si cabe esperanzada por el interés, y hasta la fascinación, que despiertan estampas como éstas en las generaciones más jóvenes.

Esta primera fotografía, algo deteriorada como se aprecia, muestra elementos habituales de cualquier procesión del Corpus de las de antes. Ahí están los militares cubriendo la carrera y escoltando al Santísimo, los turiferarios echando humo y los ceroferarios con altos faroles, el monaguillo de la umbela que ya vimos la otra vez, los balcones colgados, etc. Pero muchos de estos elementos comunes muestran características particulares dignas de tratar. Voy a referirme a tres de ellos: En primer lugar a esos faroles cogidos al asta por una pieza en forma de horquilla, en evidente contagio morfológico de las farolas de las calles en aquellos años veinte, lo que ponen de manifiesto la sugestión ejercida por las novedades que introducía el alumbrado público. Pero a lo que vamos, fíjense que el monaguillo que lleva la umbela plegada, porta en su mano izquierda una suerte de sacra que contiene las oraciones previstas para rezar en estaciones como las que vimos en la anterior entrega. Por último, ocupémonos del originalísimo palio. Se trata de una pieza octogonal metálica, que suponemos de plata o plateada,  y cuyo sinuoso y recortado perfil, si bien convenientemente cristianizado por el Cordero místico que lo corona, parece evocar más al İftariye Köşkü que a la tienda del Arca de la Alianza. El menudo bordado de las caídas de seda contribuye a incrementar el aire orientalizante del conjunto.


En el incomparable marco de la bahía de La Concha, con el monte Urgull de fondo y los hermanos de La Salle con su característico rabat acompañando la procesión, nos encontramos con una instantánea de otra procesión del Corpus, distinta de la anterior pero semejante también en la mayor parte de sus elementos. Aún así merece ser comentados un par de aspectos: En primer lugar fíjese bien en las farolas de la calle y compárelas con los faroles de la procesión a la luz de lo antes dicho. No me negará, querido lector, algo de razón en el argumento. El último aspecto sobre el que quiero llamar la atención es la presencia de monaguillos con extrañas sotanas de color blanco, que también estaban presentes en la anterior imagen, y que quizá algún lector donostiarra nos podrá aclarar. 

Vistas las fotos, se habrá percatado el agudo y querido lector que nos salen tres palios distintos si añadimos a los dos de hoy el que ya vimos la última vez. Pienso que se explica, más que por su continua sustitución en pocos años, por tratarse, eso creo, de distintas minervas parroquiales, que parecen competir piadosamente entre ellas en solemnidad y riqueza para mayor honra de Cristo Sacramentado y para mejor evocar la Gloria de Dios con nuestros limitados recursos sensoriales de naturaleza material. Son los últimos coletazos de aquella práctica tan característica de la religiosidad del antiguo régimen que llamaban santa emulación, estímulo poderoso que tanto movía la piedad de los corazones fervorosos.