El Roquete
Gaspar de Crayer. El Cardenal Infante Fernando de Austria |
Su origen histórico es antiquísimo, pues si bien su nombre actual latino, rochettum, no se documenta hasta 1220, en un inventario de la parroquia de Ruscomb en Inglaterra, como prenda es sin duda muy anterior, dado que en documentos del siglo IX ya aparecía citada en Roma una vestidura blanca que recibía el nombre de camisia, cuyo uso quedaba reservado a sólo ciertos eclesiásticos. Este primitivo roquete era prenda talar; así se desprende de la exigencia del sínodo de Tréveris de 1238, que reclamaba que llegase hasta los pies; algo similar expresaba en el de Colonia de 1260, donde se instó a que fuese tan largo que no permitiese la visión de las prendas inferiores. De esa misma centuria existen testimonios que confirman que el usado por el papa era de tal largura que incluso debía de serle levantado para caminar. Sin embargo, de una atenta visión de las pinturas de la baja Edad Media y Edad Moderna podemos deducir cómo esta versión talar se fue paulatinamente acortando hasta adquirir la forma actual. El proceso se inicia durante los últimos años del siglo XIV y a finales de la siguiente centuria ya era común que el roquete terminase apenas una cuarta por debajo de la rodilla, justo sobre ésta o incluso ligeramente por encima durante los siglos XVI y XVII, e incluso aún más corto ya en el siglo XVIII. Además, a partir del siglo XVII, el roquete, que inicialmente no había sido objeto de particular ornamentación más allá de su eventual rizado, comenzó a recibir decoración de encaje en hombros, puños y ruedo, que en algunos casos, como frecuentemente sucedía con los prelados franceses, llegaron a consumir buena parte de la prenda, con ruedos de encajes altísimos y puños que alcanzaban media manga. Con todo, el modelo clásico del papa nunca llegó a estos excesos, manteniendo un ruedo de encajes más bien estrecho, del mismo modo que los roquetes de los canónigos y canonesas regulares permanecieron privados de toda decoración. Por comodidad, estas puntillas están generalmente dotadas de un forro del color correspondiente a la sotana coral, como ya vimos al tratar el alba, lo que no obsta a que algunos canónigos sin derecho a sotana coral de color o incluso simples clérigos, hagan uso de estos forros, o que, como volvemos a ver ahora de tanto en tanto, el papa los utilice dorados en las bocamangas de su roquete. Aunque parezca difícil de encajar en nuestras simplificadas categorías mentales postmodernas, hasta la dimensión y diseño de estos encajes ornamentales llegó a estar regulado por algunos decretos.
Pío XI con un roquete fiel al modelo papal clásico, de estrecho ruedo de encajes. |
Esta forma que hemos visto cómo se ha ido puliendo con el paso de los siglos hasta quedar en una prenda en todo semejante a un alba acortada, es la que nos ha llegado hasta nuestros días. La facilidad que nos proporciona el medio digital para ilustrar profusamente nuestras palabras con imágenes hace innecesaria más descripción, si bien acaso convenga mencionar que, pese a su parecido con la sobrepelliz, especialmente con la versión romana de ésta -la llamada cotta-, una característica lo diferencia netamente de aquella, la estrechez de sus mangas, que en el roquete se ajustan perfectamente a la sotana y llegan hasta el puño. Por último, señalar que al cuello se cierra bien con botones y ojales, con un broche, con cintas de seda o con un fiador, como es frecuente en España. El del papa está dotado de cintas de seda, pero rematadas por borlas doradas.
Roquete bajo sobrepelliz. |
Quienes tienen derecho al roquete lo llevan en el coro, en las procesiones y para la predicación siempre sobre la sotana coral, e ineludiblemente bajo el mantelete o bajo la muceta o la capa magna o incluso bajo la muceta y el mantelete. Para la misa puede conservarse bajo el alba, si bien esto sólo suele acontecer si el prelado celebra la misa pontifical. Para administrar pontificalmente los demás sacramentos, el roquete se cubre con el amito y la capa pluvial, más si lo hace more sacerdotali, sólo le sobrepone la sobrepelliz, si bien esto último lo tendremos que matizar cuando concluyamos este artículo, al haberse alterado estos usos seculares tras las simplificaciones vestimentarias postconciliares. Cuando el color y la materia del traje coral eran sensibles a la penitencia y el duelo, esto es, antes de las aludidas simplificaciones postconciliares, el roquete alteraba su forma, eliminando los encajes, de los que, como mucho, sólo podía quedar vestigio en forma de remate de apenas dos centímetros en puños y ruedo.
Uso episcopal y canonical del roquete. En el centro don Ángel Herrera Oria, obispo de Málaga |
Hay que advertir que esta prenda coral no es sólo signo de dignidad, sino también símbolo parlante de jurisdicción. Con esta intención, el concilio IV de Letrán pide a los obispos que utilicen el roquete -superindumenta línea viene denominado- incluso fuera de la iglesia, solicitudes que también encontramos en el Concilio de Toledo de 1473, donde se exhorta a que el obispo lo lleve en público, lo que posteriormente recogería en 1565 el I Concilio de Milán, para terminar quedando codificado su uso en el Ceremonial, ya en 1600. Una sugestiva anécdota de apenas diez años antes, que conocemos a través de Pompeo Sarnelli, relata que cuando en 1590 el cardenal Castagna fue elegido papa como Urbano VII, al momento de tomar el roquete dijo suspirando “Chi crederebbe, che una cosa di tela tanto leggiera pesasse tanto!”. Hoy, casi desaparecido del común conocimiento este carácter jurisdiccional de la prenda, sería incomprensible para muchos semejante lamento papal. Como también nos puede llegar a parecer hasta surrealista, con nuestra miope visión actual de la historia, cuanto aconteció en 1625 en París, adonde había enviado Urbano VIII a su sobrino, el cardenal Francisco Barberini, como legado a latere para negociar una solución al enconado asunto del Valle de Valtellina. Allí el cardenal recusó admitir a su presencia a los obispos de la corte francesa que llevasen el roquete descubierto, y éstos a su vez rechazaron presentarse con la prenda oculta por el mantelete. Y en esas estuvieron su tiempo sin recibirse, hasta alcanzar un acuerdo salomónico que permitía a ambas partes no dar su brazo a torcer: Entraba el obispo con roquete, hacía el ademán de retirárselo, al tiempo que el cardenal le decía algo así como “no por Dios, no es necesario”, y todos tan contentos. Es sin duda un ejemplo más de esa unión casi perfecta, tan característica del antiguo régimen, entre el fondo y la forma.
“Chi crederebbe, che una cosa di tela tanto leggiera pesasse tanto!” |
El Cardenal Montini con el roquete descubierto bajo la muceta |
Lat. Rochettum; Fr. Rochet; It. Rocchetto; Ing. Rochet; Por. Roquete; Al. Rochett
El párroco, por tener jurisdicción ¿Puede usar el roquete? ¿Y la muceta enteramente negra?
ResponderEliminarEl párroco no puede usar roquete salvo que goce de algún privilegio para ello, que alguno había. De ese tema me ocuparé en la tercera parte, que a ver cuándo podré escribir.
ResponderEliminarEn España era normal que los párrocos utilizasen una muceta negra sobre la sobrepelliz. También tengo en preparación un artículo al respecto.
Solo un detalle, los miembros de la Orden Canonical de San Agustín, visten por privilegio y como parte de su habito en el coro, celebraciones liturgicas, etc. el roquete. Como dato curioso les diré que en España, las canonesas regulares de San Agustín (rama femenina de la Orden) visten roquete, pero sin mangas. Este mismo roquete sin mangas, lo vestian los novicios de la Orden antes de la entrada en vigor de las nuevas normas hacia los años setenta. Ahora no existe, dado que el habito, se recibe despues de la primera profesión o profesión simple. Los profesos solemnes pueden utilizar en el coro la muceta color episcopal.
ResponderEliminarDebe el monaguillo o puede llevar sotana negra o roja y sobre esta roquete?
ResponderEliminar